Entre hilachos y
vinagre
nuestra alcoba fue
zurcida,
mientras del verde
aceituno
manaba aceite de vida,
en cobijas pasionarias
fuimos cultivando
espinas,
hasta ver rosales
muertos
en nuestras propias
heridas,
perecieron las verdades
e impusimos mil
mentiras.
No tratemos de
inculparnos
ni buscar otras salidas,
si el corazón no
perdona,
el alma jamás olvida,
no digo que fue tu
culpa,
no digas que fue la mía,
mejor me das con tu
adiós
un beso de despedida,
que de caminos del alma
queda mucho todavía.
Quizá si nos encontremos
entre estaciones un día,
diré adiós tras la
ventana
del tren en que partiría
yo hacia el sur de tu
recuerdo,
tú al norte de mi
agonía.
Autor: Manuel Bastidas Mora /Venezuela
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